viernes, 22 de abril de 2016

La princesa y el dragón

En la leyenda de San Jorge el dragón sale mal parado.
Tiene ese encanto alado que de alguna forma me atrapa.
Su mirada engarza mi alma sintiendo de su empuje aleteo de deseo.
Cual doncella a sus brazos yo me entrego.

De su cuerpo hago mis mieles y alaridos de placer recorren toda mi piel.
Condenso en mi silencio el pecado de la hembra hambrienta de sexo.
Asciendo a lo más alto en sus brazos.
Lucha a toda costa contra la muerte segura.

Perderá de ella saliendo sin retorno.
Le admiro en lo que sé de su empuje y bravura.
Es mi verdadero señor.
Alado y fogoso.

Amante en los sueños.
¿Me devora?
Me enardece.
¡Qué mal se cuenta su historia!

El caballero viene para evitar el goce que de mi dragón dispongo.
Mensajero de los que hablan de prohibiciones.
Los que van contra la vida diciendo que es contra natura.
Que yo muera en mi alma les tiene sin cuidado.

Quiero subir a lo más alto con mi dragón alado.
Quemarme en su fuego y su furia.
Vivir lo que de él la vida me suscita.
Muriendo de locura en su lecho.

De su sangre la rosa engendra.
De mi vida la pena queda.
Con espinas que traspasan mi piel.
Maldigo a quien dice que por mi bien.


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